A solo seis kilómetros al sur de San Juan del Sur, una curva de arena clara se abre paso entre colinas verdes y el murmullo constante del océano. Se llama Playa Remanso, y aunque figura en los mapas turísticos desde hace años, conserva ese aire de playa escondida donde el tiempo parece moverse más despacio.
Durante mucho tiempo fue el secreto mejor guardado de surfistas y locales que buscaban un rincón tranquilo lejos del bullicio del puerto. Hoy, sin perder su esencia, Remanso se ha convertido en un punto de encuentro entre quienes se inician en el surf, familias que buscan descanso y viajeros que prefieren el contacto directo con la naturaleza.

Las olas suaves que rompen de forma ordenada son una invitación constante a lanzarse al agua. “Es el lugar perfecto para aprender”, comentan los instructores que cada mañana esperan a los principiantes con tablas bajo el brazo y paciencia de sobra. La bahía, cerrada y protegida por promontorios, ofrece condiciones seguras incluso para quienes se suben por primera vez a una tabla. Esa misma calma convierte el sitio en un refugio ideal para nadar o simplemente dejarse llevar por la corriente corta y el sonido del viento.
El acceso hasta aquí ha mejorado notablemente. La carretera costanera, inaugurada hace pocos años, redujo el trayecto desde San Juan del Sur a unos quince minutos, lo que facilitó la llegada de visitantes sin alterar el ritmo del lugar. A los costados del camino aparecen pequeñas posadas, restaurantes de madera y kioscos donde se sirven ceviches, pescado frito y batidos de frutas recién cortadas. Pese al crecimiento, el ambiente sigue siendo relajado: no hay grandes hoteles ni multitudes, solo un puñado de viajeros que llegan con sus mochilas, cámaras y ganas de desconectarse.
En Remanso, la jornada empieza temprano. Cuando el sol apenas asoma, las primeras tablas ya se deslizan sobre el agua tibia. Al mediodía, la playa se convierte en un punto de encuentro: surfistas, familias y grupos de amigos comparten sombra bajo toldos improvisados. Algunos eligen las caminatas por la colina sur, desde donde se obtiene una de las vistas más amplias de la bahía y, en los días despejados, del perfil de Costa Rica al fondo.
Por la tarde, el viento cambia y el mar se calma. Es la hora favorita para quienes buscan solo contemplar. El cielo se tiñe de tonos naranjas y rosados, y los últimos surfistas, recortados contra la luz del atardecer, completan una postal que define a esta playa: sencilla, auténtica y con la medida justa entre aventura y sosiego.
Playa Remanso no compite con la fama de Maderas ni con el movimiento constante de San Juan del Sur. Su encanto está en lo contrario: en ofrecer espacio, silencio y un pedazo de costa donde la naturaleza aún marca el ritmo. Allí, entre el rumor de las olas y el eco de las risas, se entiende que el sur de Nicaragua guarda todavía lugares donde la belleza no necesita presentaciones.